domingo, 3 de abril de 2011

Dragones waratianos



Dragones waratianos

Publicado na 29 edição do Jornal Estado de Direito 
Por Leopoldo Fidyka[1]

  
“La democracia es un devenir cultural, multiexpresivo y no sólo un conjunto de garantías jurídicas”
 “Precisamos entender que vivir con plenitud nuestras pasiones, hace de la vida una actividad política creadora”
 “Ya no basta explicar el mundo, si ese conocimiento, no mejora nuestras condiciones de  existencia, nos deja más creativos y nos aproxima de forma solidaria a los otros”
 Pequeñas pinceladas que retratan fielmente a Luis Alberto Warat un profesor de alma y un alma privilegiada llena de luz y esperanza.
 Un apasionado por el saber y la sensibilidad. Un explorador de tiempo completo. Logró colocar la afectividad en medio del derecho y partir de ahí generar torrentes de complicidades con la vida.  Sintonizaba con intangibles poco frecuentes en la academia, con notas musicales que aún no están escritos en los pentagramas del saber instituido pero que tanta falta nos hace descubrir.
 Fue un impulsor de muchas disciplinas que marcaron cambios sin retorno en el pensamiento jurídico. Es interesante ver como significó tanto para tantas personas de diferentes latitudes y generaciones.

Tchello DRC
Personalmente, tres momentos marcaron mi relación con él: cuando fue mi profesor en Buenos Aires allá por la década de los 80 donde me ayudó a sentir que otro derecho era posible; el reencuentro que tuvimos después de tantos años, momento donde procuré expresarle todo lo que me había significado; y la creativa etapa de la construcción de la Casa Warat.
 La Casa, ese hogar de la razón sensible, entendida como un espacio nómade para la expresión y la afectividad, ámbito de ensayo e intercambio orientado a mejorar la calidad de vida y de la convivencia, intentando pensar el mundo desde otros lugares que impliquen puntos de fuga de la razón cienticifista, que tiene sus ramas en distintas ciudades de Brasil. A través de ella vivenciamos que la conjunción arte, derecho y vida es posible y también muy necesaria.
 Entre todos los proyectos que fuimos realizando en Buenos Aires: cafés filosóficos, cinesofías, talleres, clases abiertas, cabarets, surgió la idea de tomar de toda su extensa obra, cuatro de sus libros para releerlos, discutirlos, revitalizarlos y extraer fragmentos significativos, así surge “Dragones, purpurinas y esperanzas” una publicación que acabábamos de terminar y de pronta aparición.
 Resultó un ejercicio maravilloso e inolvidable, juntarnos periódicamente a hacer esa tarea, donde se lo veía, amigarse, asombrarse y pelearse con sus propios textos. Apelaba al fragmento como algo renovador, que eludía estereotipos y lugares comunes.
  Tenía una capacidad asombrosa para conectarse con los otros y una imaginación maravillosa e inagotable, Quijote para muchos, comparé sus búsquedas con la de los Tupi-Guaraní, un pueblo en éxodo, que vivía permanentemente soñando el Yvymarae´ÿ, la prodigiosa “Tierra sin Mal” donde el maíz crecía solo y los hombres eran inmortales.
Esto me recordó a su inquieto pensamiento, a su nomadismo con fuertes raíces, y a sus enfoques que nos provocaban para llevarnos  permanentemente por territorios de dragones, desconocidos, pero que paradójicamente los reconocíamos instantáneamente en nuestros corazones.
Nuevos territorios, nuevos lugares, nuevos caminos, espacios de conexiones mágicas, nunca quiso discípulos sino amigos y compañeros de ruta, para recorrer juntos distintos nodos llamados ocasionalmente, derecho, saber, arte, deseo o pedagogía que se articulaban y entretejían permanentemente.
Nos decía: “No basta hablarle a los alumnos que es necesario pasar con armas y equipajes para el lado de los hombres. Es preciso darles una bengala que les permita hacer ese viaje. Pero la bengala no es nuestra palabra. Ella está en la fuerza vital que pueden redescubrir en ellos mismos”,  poniendo en práctica una pedagogía más centrada en los cuidados que en la trasmisión de verdades.
Estoy agradecido por su amistad, por mostrarme un camino, por invitarme a transitar los senderos poéticos de los sueños, de la creatividad, de los afectos y sobre todo por señalarnos en un mundo con tanta indiferencia, una cartografía hacia esa “Tierra sin Mal”.
  Nuestra misión no es sólo recordarlo, sino tomar sus banderas, regar sus flores y abonar la tierra, para que tras nuestros pasos, nuevas semillas sigan floreciendo bajo la luz de sus palabras y el canto de su poesía.
 Buenos Aires, verano del 2011.







[1] Abogado (UBA), Magíster en Dirección y Gestión Pública Local (UIM, Universidad Carlos III, Madrid – Universidad Internacional Menéndez Pelayo, España). Miembro fundador de la Casa Warat Buenos Aires, coordinador del Blog LAW y autor junto a Luis Alberto Warat del libro “Dragones, Purpurinas y Esperanzas”  Bs. As 2011.

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